Poema de Javier Ibarz para Pares






I
Está detrás de mi; y la presiento,
como presiento a veces las tormentas.
Tal vez es una sombra que imagino,
tal vez es ella quien a mi me piensa.
II
Como pienso yo en ellos, los tres hombres lejanos 
nacidos en un cuento atormentado, tan libres,  tan hermosos
que la niebla del vientre se condensa en deseo entre sus labios,
mientras sueño en que pienso que vienen a buscarnos.
III
Mas ella no lo sabe, ignorante de mi, 
en voluntaria amnesia.
La vida es un misterio que se resuelve en risa
y cuando a veces surge la mirada terrible 
de la angustia, la alegría retorna encerrada en pastillas.
IV 
Y sin embargo el mundo ofrece a veces
una mirada ajena que te asombra
Foto: Javier Ibarz       Imagen: David Honrubia
y otro ser reconoce tu ojos
y te pierdes en él, y él se pierde en tu boca.
V
Y esa boca, reflejo de la mía, 
también recibe labios que la anhelan,
conoce al príncipe que Disney le promete,
e imagina con él futuros malvas.
VI
He caído por él, mortal e inerte
desde mi desnudez hasta su ausencia
Porque la vida es negra, y despreciable,
porque te da para quitarte luego,
y después del amor no queda nada,
y después del amor ni aun sangre queda.
VII
Pero nadie escarmienta en barba ajena 
y el misterio del otro se repite, 
ofrecido en un cuerpo gemelo.
Platón se ríe a mesa puesta viendo
a dónde nos conduce un sol partido.
VIII
Has conocido amores que no fueron
y sombras mas brillantes que su olvido
Mas siempre tú, difuso y tan presente,
has soñado su vida, y la recuerdas,
y ahora confundes sueños con vigilia,
porque en tu desnudez está la suya…
Y tú no puedes ya vivir sin eso. 
IX
Y así la vida va, enhebrando madejas
que pierde poco a poco entre recuerdos.
Y cuando ya olvidé quien era y eras,
el destino, que juega a luz y a sombra,
deshizo de un puñal todo el ovillo.
X
Porque el camino es largo, y uno solo,
porque solo una vez nos vive el tiempo
y tú, mi yo dormido, amiga ausente,
tampoco puedes escoger el mío.
Así, perdida en ti, que no me tienes,
encontraré el final que aún no está escrito,
como los juramentos sobre nieve
en el último día del invierno,
o las promesas dichas en la playa
un segundo después de la marea.
Así he perdido yo, y tú no has encontrado,
la sombra que nos une y nos separa.
Porque cuando tu cara bese, derrotada,
y encuentre en ti la faz que me completa,
dormiremos las dos frente con frente,
descubriendo al llegar la madrugada
que donde no hay dolor, hay solo muerte.

Javier Ibarz